50 sombras de Grey:
No me avergüenzo pero sí me arrepiento. Me
arrepiento de haber perdido mi tiempo en semejante vodrio; tal vez
aguanté hasta al final para verle los vestidos a la protagonista, que
eso sí, le quedaban “al pelo”. Qué les digo de esta película: lo único
legítimamente perverso e interesante, es el ejercicio del sadismo
reservado para el guapo millonario –aunque mi esposa, dice que yo me veo
más guapo y le creo-; no obstante, todo el tiempo este pendejo se la
pasa insistiéndole a la estudiante de literatura-ferretera –la
protagonista- que le firme un contrato legal para ser excluido de la
responsabilidad jurídica de sus eventuales actos de perversidad. Para
colmo terminan justificando su perversidad por el abandono y la pobreza a
la que se vio sometido en sus primeros años –casi lloro, pero de la
rabia por la tontería-. La película da para bostezos múltiples; no sé
porque el padrastro de la protagonista, Antonio Banderas, dice que le da
vergüenza ver a su hija en dicha película. No es por mis años, pero muy
de lejos creo que esta película pueda llegar a causar excitación, por
la escenas que muy poco de buen erotismo evidencian. Los nudos que el
tipo le hace a la vieja, los hago mejor yo que ni fui boy scout. Las
actuaciones malísimas, sobre todo la del señor Gray que no convence ni
poquito y fuera de eso cada vez que aparece sin camisa, parece lleno de
barros como a la espera de que la novia se los “expiche” -¿quemaduras?-.
La muchacha rebosa de falsa modestia toda la cinta, desde que le piensa
devolver unos libros carísimos que Gray le dio como regalo, hasta un
vehículo y demás regalos onerosos. La bobita esta, apenas le dieron unos
fuetazos de verdad, ahí sí se agallinó y decide abandonar a su sueño;
yo siendo este tipo le hubiera dicho: ¿y qué creyó?!!! ¿qué era
charlando?!!! Si quieren ver perversidad de verdad les recomiendo el
libro y la película “Saló o los 120 días de Sodoma” del Marqués de Sade,
y la producción de Pier Paolo Passolini del mismo nombre.
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